Traté de pensar, en que momento, mis oídos se volvieron tan sensibles, en que momento me es tan necesario escuchar la voz de alguien para sentirme viva, en que momento se convirtió en una casi-fijación-obsesión, traté de recordar quien me enseñó a darme de a poco así, de disfrutar una conversación, de apreciar al conversador, de distinguir voces y que estas logren llenar cada recoveco que pueda padecer.
Recuerdo cuando
pasábamos horas al teléfono, desde la edad de 13 años llamabas por cualquier
pretexto, preguntando por tu padre o cualquier cosa que fuera la novedad en ese
momento y de alguna manera terminábamos hablando tu y yo, me emocionaba,
escucharte, platicar, teníamos las conversaciones mas amenas, eras el mejor
conversador, me contabas tus aventuras que solo me hacían querer crecer para
entender algunas y otras para lograr hacerlas, hablábamos de sexo, amigos,
familia, me contabas de todas las personas en tu vida, tu hermana, tu terrible
madre, la falta de tu padre a través de tus amigos, me hacías leer libros, me
citabas autores, me recomendabas música, me arrullabas, me contabas tus locuras
con el alcohol, medicinas sin prescripción o alguna droga, yo nunca te juzgué,
tu nunca me juzgaste o incitaste. Me contabas de tus amores, algunos
prohibidos, otros cumplidos, adoraba escucharte hablar de otros hombres, me
provocaba increíblemente, y detestaba escucharte hablar de ellas, aunque sabía
que yo era la única, y que simplemente no habría mujeres en tu vida, te celaba
de una manera impresionante y lo sabías y quiero pensar que de alguna manera lo
disfrutabas, aunque al principio no lo comprendiste, cuando logramos
comprenderlo, darle historia, darle vida, reencarnarlo, todo tuvo sentido,
porque tu y yo ya nos conocíamos, yo
supe de tus gustos y tu de los míos, y ambos nos dimos cuenta de las vidas que
ya habíamos recorrido juntos, las presentimos al hablar, les guardamos luto por
su imposibilidad en esta vida, les sonreímos y nos conformamos por tanta
ironía, no tenía remedio ya, mas que vivirla, lo que no sabíamos era cuanto
duraría, no sabíamos que tu me dejarías, que una mañana mientras compartíamos
mensajes, ya no recibiría tu respuesta, que habías dejado de existir, que ya lo
sabías, me lo habías advertido, me dejaste mil señales, pero no las quise ver.
Aquí comenzó
la tortura, el pánico, la ansiedad, la obsesión encarnada, esta locura que me
quiere llevar cada noche, esta luna maldita que no logro mirar de frente, esta
oscuridad, tanta oscuridad, tanta noche, tanto
dolor, tanto girar y girar hasta caer, pasar horas gritando, pasar
minutos llorando, sonreír, la locura, la pura locura, la locura pura, todo es
locura, todo fue amor, todo quiere ser amor, todo quiere ser olvido, todo
quiere ser obsesión, todo se convierte en pánico y quiero desaparecer, hundirme
en el torbellino, que me lleve y no le cuente a nadie en donde estoy.
Esta es
probablemente una de las historias mas retorcidas de mi vida, protagonizada por
una de las personas mas importantes de toda mi existencia, quien ha marcado
etapas en mi vida, alguien a quien no me puedo arrancar, alguien que me tortura
cada que puede, su recuerdo, su olor, sus manos de dedos largos y uñas blancas,
sus labios carnosos, su cuerpo lleno de lunares, su rostro tan familiar pero
tan distante, su cabello tan negro y profundo, tan rizado, su voz profunda y su
risa burlona, lo detesto, lo detesto todo porque no lo puedo olvidar,
simplemente permanece y se va aferrando mas, haciendo crecer mi locura, su
ausencia perpetua, su vaivén desdichado, sus palabras, lo extraño y no lo
quiero extrañar, le lloro en los rincones, me escondo para que nadie me vea
sufrirle, pero me asfixia, no me deja respirar. Algunas madrugadas me provoca
salir descalza a la terraza, querer saltar y salir volando hasta alcanzarlo,
otras solo quiero correr por el pavimento, no detenerme hasta que las plantas
de mis pies sientan tierra, sientan hierba, mientras me deshidrato de los ojos.
No tiene
sentido, como todo cambia en un segundo, como me llenaste de cicatrices, de
obsesiones la piel y los ojos, no tiene sentido, nada lo tiene, me creaste, me
hiciste, me respiraste, aún así no soy importante, no lo soy, aunque todos me
conocen por ti, todos saben quien soy por ti, nunca conocí el otro lado de tu
vida, pero ahí todos saben mi nombre, Priscilla, todos lo saben, todos me
estiman, fue mas doloroso saber que hablabas solo de mí, que me otorgaste un
lugar tan especial dentro de tu vida, que creías que me merecía tanto, y yo, no
tenía ni la mínima puta idea.
Y cuando
desapareciste, terminé de entender a Nagiko y a Coco, quisiera tener tu piel
encuadernada, y que fuera la única manera de pensarte, olvidarte y solo saber
que fuiste, que respiraste, al mirarte así.
Me devora
esta noche y mientras escribo estas palabras que ya no tienen sentido, lloro y
no lloro, sonrío pero no lo hago, te recuerdo pero trato de olvidarte en cada
letra que tecleo, quiero dejarte ahí.
- Priss
- Priss